Lectura del evangelio del 5 de octubre de 2025
XXVII Domingo ordinario
Primera lectura :
Habacuc 1, 2-3; 2, 2-4
Segunda lectura:
2 Timoteo 1, 6-8. 13-14
Aclamación antes del Evangelio:
1 Pedro 1, 25
Evangelio:
Lucas 17, 5-10
Color litúrgico: Blanco
Solemnidad
domingo, 5 de octubre de 2025: Lectura & Salmo Responsorial & Evangelio & Reflexión
Cada día, la Iglesia nos ofrece un pasaje del Evangelio que ilumina nuestra vida. No se trata solo de escuchar, sino de acoger y vivir esa Palabra con fe. En ella encontramos consuelo en medio de las dificultades, y también un llamado a la conversión.
Hoy te invito a leer el Evangelio con atención, a meditarlo en silencio y a preguntarte: ¿Qué me dice Dios en este texto? ¿Cómo puedo responder con amor?
Primera lectura
Habacuc 1, 2-3; 2, 2-4
¿Hasta cuándo, Señor, pediré auxilio,
sin que me escuches,
y denunciaré a gritos la violencia que reina,
sin que vengas a salvarme?
¿Por qué me dejas ver la injusticia
y te quedas mirando la opresión?
Ante mí no hay más que asaltos y violencias,
y surgen rebeliones y desórdenes.
El Señor me respondió y me dijo:
"Escribe la visión que te he manifestado,
ponla clara en tablillas
para que se pueda leer de corrido.
Es todavía una visión de algo lejano,
pero que viene corriendo y no fallará;
si se tarda, espéralo, pues llegará sin falta.
El malvado sucumbirá sin remedio;
el justo, en cambio, vivirá por su fe".
Segunda lectura
2 Timoteo 1, 6-8. 13-14
Querido hermano: Te recomiendo que reavives el don de Dios que recibiste cuando te impuse las manos. Porque el Señor no nos ha dado un espíritu de temor, sino de fortaleza, de amor y de moderación.
No te avergüences, pues, de dar testimonio de nuestro Señor, ni te avergüences de mí, que estoy preso por su causa. Al contrario, comparte conmigo los sufrimientos por la predicación del Evangelio, sostenido por la fuerza de Dios. Conforma tu predicación a la sólida doctrina que recibiste de mí acerca de la fe y el amor que tienen su fundamento en Cristo Jesús. Guarda este tesoro con la ayuda del Espíritu Santo, que habita en nosotros.
Aclamación antes del Evangelio
1 Pedro 1, 25
R. Aleluya, aleluya.
La palabra de Dios permanece para siempre.
Y ésa es la palabra que se les ha anunciado.
R. Aleluya.
En aquel tiempo, los apóstoles dijeron al Señor: "Auméntanos la fe". El Señor les contestó: "Si tuvieran fe, aunque fuera tan pequeña como una semilla de mostaza, podrían decir a ese árbol frondoso: 'Arráncate de raíz y plántate en el mar', y los obedecería.
¿Quién de ustedes, si tiene un siervo que labra la tierra o pastorea los rebaños, le dice cuando éste regresa del campo: 'Entra en seguida y ponte a comer'? ¿No le dirá más bien: 'Prepárame de comer y disponte a servirme, para que yo coma y beba; después comerás y beberás tú'? ¿Tendrá acaso que mostrarse agradecido con el siervo, porque éste cumplió con su obligación?
Así también ustedes, cuando hayan cumplido todo lo que se les mandó, digan: 'No somos más que siervos, sólo hemos hecho lo que teníamos que hacer' ".
Reflexión
El Señor compara la fe perfecta al grano de mostaza porque en su aspecto es humilde, pero ardiente en lo interior (San Beda el Venerable)
Quien está sólidamente fundado en la fe, quien tiene plena confianza en Dios y vive en la Iglesia, es capaz de llevar la fuerza extraordinaria del Evangelio (Benedicto XVI)
La salvación viene sólo de Dios; pero puesto que recibimos la vida de la fe a través de la Iglesia, ésta es nuestra madre: Creemos en la Iglesia como la madre de nuestro nuevo nacimiento (…) (Fausto de Riez). Porque es nuestra madre, es también la educadora de nuestra fe (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 169)
Santo del día
Confiados al cuidado de San Benito en Subiaco, Plácido y Mauro se convirtieron en sus discípulos favoritos. Hay un episodio que los ve juntos: un día Plácido cayó en un lago y Benedicto, que lo supo por revelación divina, envió a Mauro que milagrosamente pudo caminar sobre las aguas para salvarlo.
Entre los Santos que han hecho de la misericordia su misión de vida, encontramos ciertamente a Santa Faustina Kowalska, la humilde monja polaca a la cuál Jesús mismo ha confiado el mensaje de la Divina Misericordia y el deber de difundir el culto. La Iglesia la recuerda el 5 de octubre.
Versículo del Día
"Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos." (Mateo 5,3)